Sé que no soy fácil,
pero no olvido.
Te molesta y te vas
Fallo tuyo y enfado mío a la vez
Encuéntrame no suelo estar en lo que digo
Nada para mi, nada para ti
Al terminar aun nos quedan cosas que decir
Sigo en silencio y tú mirando al suelo.
30 oct 2014
21 oct 2014
COSIENDO LAS HOJAS
Y empecé a mover los árboles de toooda la montaña, estaba
realmente enfadada, las hojas empezaron a caer, pequeñas como la punta de una
lanza bien afilada. Seis días han pasado, y completamente devastada por el cansancio, caí.
Nunca me ha importado caer, me gusta que haya sido desde bien arriba, significa
que allí estuve, y el dolor solo me deja una huella preciosa de algo real, por lo
menos para mi.
Me deslicé y me puse cómoda, las vistas eran inmejorables, de estas cosas que sabes que jamás van a desvanecerse, es más cobrarán más fuerza cuantos más días pasen. Abría y cerraba los ojos tantos días como entraron, solo para asegurarme de capturarlo todo, guardé en una cajita de madera tallada los olores, les dejé espacio para que pudieran incluso respirar entre ellos, siempre fui respetuosa con estas cosas.
Traté de organizar todo aquel lio y estuve varios días, cosí cada hoja de esos árboles, y me hice un velero, tenía que llegar a casa y solo podía encontrar el camino de una manera, y en un giro de la tierra comenzamos a rodar planeamos trescientos cuarenta y dos segundos, lo justo para encontrar el último fuego que hicimos, todo estaba tal y como cuando me fui.
Nada más llegar empecé a destejer hojas, esperé que soplara viento del oeste y las dejé marchar, y ahora me saludan desde los árboles, las veo como cantan, las huelo en su sonido, porque el oído lo guardé y lo miro cuando te abro y cierro los ojos.
Me deslicé y me puse cómoda, las vistas eran inmejorables, de estas cosas que sabes que jamás van a desvanecerse, es más cobrarán más fuerza cuantos más días pasen. Abría y cerraba los ojos tantos días como entraron, solo para asegurarme de capturarlo todo, guardé en una cajita de madera tallada los olores, les dejé espacio para que pudieran incluso respirar entre ellos, siempre fui respetuosa con estas cosas.
Traté de organizar todo aquel lio y estuve varios días, cosí cada hoja de esos árboles, y me hice un velero, tenía que llegar a casa y solo podía encontrar el camino de una manera, y en un giro de la tierra comenzamos a rodar planeamos trescientos cuarenta y dos segundos, lo justo para encontrar el último fuego que hicimos, todo estaba tal y como cuando me fui.
Nada más llegar empecé a destejer hojas, esperé que soplara viento del oeste y las dejé marchar, y ahora me saludan desde los árboles, las veo como cantan, las huelo en su sonido, porque el oído lo guardé y lo miro cuando te abro y cierro los ojos.
17 oct 2014
Manuela
Enredo con hilos,
hilos que unen historias
historias que cuentan personas
personas que rifan destinos.
Hoy me he visto hablando con mi perro,
lo hago a menudo aunque cueste reconocerlo.
Bien alto le contaba un viaje donde me hice muy amiga de una ardilla. Larga cola pelirroja de nerviosos movimientos, jugueteaba con sus manos ronroneos muy coquetos.
Siempre paro y cotorreo si me sigue,
porque aunque no me guste admito
que la jodía es graciosa,
cuando me giro se esconde
aunque el rojizo le asome,
yo como siempre finjo no haberla visto
refunfuño y continuo la hago creer que no veo.
Una ardillita cotilla, fisgona y entrometida,
me observaba con prudencia y jamás dijo nada, varias ocasiones tuvo, pero yo nunca callaba, soy de esas personas que tienen la necesidad de no dejarle espacio al callar, y no lo hago con mala intención, pero es que si no lo suelto, reviento,
la interrumpía con absurdos canturreos.
Manuela sí que era amiga.
hilos que unen historias
historias que cuentan personas
personas que rifan destinos.
Hoy me he visto hablando con mi perro,
lo hago a menudo aunque cueste reconocerlo.
Bien alto le contaba un viaje donde me hice muy amiga de una ardilla. Larga cola pelirroja de nerviosos movimientos, jugueteaba con sus manos ronroneos muy coquetos.
Siempre paro y cotorreo si me sigue,
porque aunque no me guste admito
que la jodía es graciosa,
cuando me giro se esconde
aunque el rojizo le asome,
yo como siempre finjo no haberla visto
refunfuño y continuo la hago creer que no veo.
Una ardillita cotilla, fisgona y entrometida,
me observaba con prudencia y jamás dijo nada, varias ocasiones tuvo, pero yo nunca callaba, soy de esas personas que tienen la necesidad de no dejarle espacio al callar, y no lo hago con mala intención, pero es que si no lo suelto, reviento,
la interrumpía con absurdos canturreos.
Manuela sí que era amiga.
14 oct 2014
Suscribirse a:
Entradas (Atom)